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El Dr. Daniel Ryan, coordinador del área de investigación sobre sustentabilidad del ITBA, analiza el vínculo entra estas dos variables a través de tres ejes.

¿Bajo qué condiciones es más probable que el conocimiento científico impacte en la política pública? ¿Cómo facilitar la relación entre el mundo de la ciencia y de la política pública? Estas son algunas de las preguntas que se plantean académicos, decisores y demás actores sociales interesados en fortalecer la integración de la ciencia en la política pública. En este texto planteamos tres cuestiones que nos permitirán tener un panorama general sobre este tema:

  • Barreras o tensiones que afectan la relación ciencia – política y dificultan la incorporación del conocimiento científico en procesos de toma de decisión sobre políticas públicas. Podemos señalar tres tipos de situaciones que aparecen repetidamente en la literatura especializada. En primer lugar, los problemas de comunicación entre el mundo científico – tecnológico y el de la política pública, por el cual los resultados de las investigaciones científicas no logran ser traducidos en un lenguaje y formato que alimente el debate público y que satisfaga las necesidades de información y conocimiento de los actores. En segunda instancia, los diferentes focos y tiempos del trabajo científico y de la labor de los decisores públicos; los procesos de políticas públicas están fuertemente marcados por los tiempos y demandas de los ciclos políticos, que no necesariamente son los tiempos de la actividad científica. En tercer término, las tensiones entre el conocimiento científico (el conocimiento “experto”) y otros sistemas de conocimiento y valores (el conocimiento local, de comunidades indígenas, de los usuarios o destinatarios de los programas, etc.). Estos son solo algunos de los ejes de tensión identificados por la literatura, pero que ponen de relieve la complejidad de la relación ciencia – política.
  • Modelos de intersección entre ciencia y la política pública. Tradicionalmente, esta relación se ha concebido como un proceso racional y lineal, por el cual los nuevos conocimientos científicos se direccionaban a la esfera pública e impactaban en la formulación de políticas. Esta mirada, además, se basa en una clara delimitación entre los generadores del conocimiento (expertos, investigadores) y usuarios del mismo. Esta visión de la relación ciencia – política, hoy fuertemente cuestionada,  está en la raíz de varias de las tensiones y barreras identificadas en el párrafo anterior. En respuesta a estos problemas, desde la literatura que estudia la relación ciencia y política se han planteado modelos de intersección más dinámicos y complejos que plantean la necesidad de abordajes interdisciplinarios para trabajar problemas públicos, como así de involucrar a los actores de las problemáticas bajo análisis, en el proceso mismo de generación del conocimiento.
  • Nuevos roles. En este marco adquieren especial importancia las instituciones y actores que actúan en la intersección entre la ciencia y la política pública; así se habla de “boundary organizations”  -organizaciones puentes- o de “knowledge brokers” –articuladores o catalizadores de conocimiento-. Más allá de las diferencias entre estos conceptos, estas instituciones y actores se caracterizan por actuar como facilitadores y articuladores de las necesidades y lógicas propias del mundo de la ciencia y de la política, trabajando con distintas disciplinas, campos temáticos y sectores y facilitando la co-produccion del conocimiento entre investigadores y usuarios de los resultados de la investigación. Esto claramente plantea importantes desafíos para las universidades tanto en término del desarrollo de investigación como en relación a la formación de recursos humanos que pueden asumir estos roles.