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Dos alumnos de Ingeniería Naval desandan una bitácora de viaje incomparable: más de 30 días de práctica de embarque recorriendo la Antártida a bordo del Rompehielos Almirante Irízar.

“Haber realizado esta experiencia es incomparable, un antes y un después en la vida, y en la forma de pensar un buque”. Javier Allende y Santiago Giovannetti comparten el mismo sentimiento, aunque no coincidieron en la travesía. Los dos alumnos avanzados de Ingeniería Naval del ITBA participaron de la campaña a la Antártida que lleva a cabo el rompehielos ARA Almirante Irízar (Q-5) (RHAI), y que desde la carrera es considerada como práctica de embarque obligatoria. Santiago embarcó el 16 de febrero en Buenos Aires y regresó desde Ushuaia en un avión Hércules el 23 de marzo. Dos días después, comenzó la experiencia de Javier, que se extendió hasta el 25 de abril, y que lo llevó a participar de operaciones en bases antárticas como Marambio, Esperanza, Carlini y Orcadas.

“Nunca había navegado tanto tiempo. Me impactó la escala del buque y sus sistemas. Realmente es impresionante. Con respecto a la Antártida, quedé sorprendido con la tranquilidad y la belleza del lugar. Los atardeceres, las noches, y los paisajes en general son únicos. Además, el trato que recibí de todo el personal de la Armada fue excepcional. Me llevo un gran recuerdo”, ilustró en detalle Giovannetti.

Los alumnos debieron afrontar dos labores puntuales. Realizar el informe inherente a la práctica de embarque, enfocado en la arquitectura naval, los sistemas propulsivos, generación eléctrica y sistemas de navegación, entre otros. Y en paralelo, desarrollar tareas de relevamiento de planos, por lo que debieron recorrer distintos sectores del buque para verificar y corregir algún tipo de inconsistencia. “Cuando estaba a bordo, ocurrió un inconveniente con una lancha de desembarco de víveres y personas. Y el Jefe de Máquinas me solicitó evaluar la posibilidad de realizarle algunas modificaciones para evitar problemas similares a futuro”, recuerda Allende.

A varios meses de la campaña, todavía les queda otro desafío por delante: presentar públicamente el informe de la práctica. Javier destaca que “es una actividad distintiva del ITBA, no se realiza en otras universidades. Y, si bien implica un mayor esfuerzo, claramente impacta en la formación de los alumnos”. En la misma línea, Giovannetti pondera la relevancia de esta iniciativa: “sin dudas, me aportó un entendimiento más profundo acerca de la carrera. Entiendo que es algo necesario para cualquier futuro ingeniero naval y qué mejor poder haberlo realizado en un buque tan emblemático como lo es el Irízar”.

El vínculo entre la Universidad y el rompehielos insignia de la Armada no es nuevo. Varios miembros de la comunidad ITBA participaron de manera activa en la reconstrucción del buque. Por su parte, el alumno Bruno Prono realizó una práctica de embarque de 45 días en las que se desarrollaron las pruebas del buque; y el graduado Bernardo Wilk integró la tripulación que , tras una década de inactividad, navegó por primera vez en Altamar. Una relación que, seguramente, seguirá escribiendo más capítulos.

+Un recorrido por la práctica de embarque de Santiago y Javier: