Se estima que representan el 20 por ciento de las matrículas;sin embargo, en algunas ramas de la disciplina, ellas siguen siendo minoría; los arquetipos de género, una de las barreras.

Ayelén Angulo, de 21 años, estudia Ingeniería Química
Ayelén Angulo, de 21 años, estudia Ingeniería Química. Foto: LA NACION / Ricardo Pristupluk

Ayelén Angulo estudia Ingeniería Química en la Universidad Tecnológica Nacional. Ella es parte de una población que, a pesar de ser minoritaria en el mundo académico y en el laboral, donde predominan los hombres, lentamente va ganando terreno. Se estima que ellas representan el 20% de la matrícula universitaria.

Según coinciden en la Universidad de Buenos Aires (UBA), la UTN, la Universidad Católica Argentina (UCA) y el ITBA, las mujeres se destacan por sus excelentes calificaciones y desempeño. «Hay que formar menos abogados y más ingenieros», insistió hace pocos días el flamante ministro de Educación nacional, Alejandro Finocchiaro, y en sintonía con el crecimiento en el número de inscriptos en las universidades de todo el país, las mujeres también son más. De todas formas, hoy representan el 20% del total de la matrícula, aunque en algunas ingenierías como la electrónica o la mecánica, arañan apenas el 4 por ciento. El mayor protagonismo lo tienen en las especialidades textil, química e industrial; en menor medida en informática, civil y petróleo, y se hacen notar por ser casi la excepción en mecánica, electrónica y naval.

Hutin invita a observar cómo los porcentajes de mujeres estudiantes de posgrado han aumentado con el transcurso de los años. «Sucede en todas las disciplinas, llegando a cifras similares a los de grado y, sin embargo, mujeres con sólida formación desempeñan trabajos en los que no logran desarrollar ni su potencial ni sus aptitudes. Ni hablar de la remuneración o el concepto de igual trabajo igual remuneración», asegura la experta.

Hace ocho años que Guillermo Olivetto ocupa el cargo de decano de la Facultad de Ingeniería de la UTN, y como testigo de una tendencia que asoma con cautela anhela que la participación de las mujeres sea cada vez mayor. «Hasta ahora se inscribieron 2448 alumnos. En diciembre pasado teníamos inscriptos un total de 5000, por lo que en apenas dos semanas desde que se abrió la inscripción estamos casi en el 50% del total de inscriptos con respecto al año pasado», se entusiasma. Las mujeres, otra vez, representan un 20%, pero Olivetto avizora un panorama más equitativo en cuestión de género con inclusión al ámbito universitario de las nuevas generaciones. «Se habla de profesiones no tradicionales para la mujer, y es una tontería verlo de ese modo. Cuando uno mira los promedios de los egresados, entre los mejores siempre están las mujeres. Y aunque su desempeño sea incluso superior, es justo reconocer que a nivel laboral hay barreras que no se han logrado superar. A mismo puesto y nivel jerárquico, siguen cobrando menos que los hombres», reconoce.

También persiste, según Norberto Lerendegui, director de la Escuela de Ingeniería y Tecnología del ITBA, una mirada rancia sobre la ingeniería y el componente de dificultad asociado a las ciencias básicas y al manejo de maquinarias y sistemas complejos como lugares de dominio de lo masculino. «Creo que las generaciones jóvenes están cambiando esos prejuicios culturales que subsisten. Necesitamos más ingenieras en las plataformas petroleras o en la industria naval», retruca Lerendegui, que también destaca que el mejor promedio obtenido de toda la universidad es mérito de una ingeniera química.

Falcone, Celoria y Angulo cuentan su experiencia y afirman que tanto de parte de sus compañeros como de los docentes, el trato que recibieron es igualitario. «Mi experiencia fue muy buena, claro que siempre está la excepción», advierte Celoria. Cuando salió al campo laboral, reconoce, la mirada de algunas compañías estaba teñida por un sesgo machista. «Hay ofertas de trabajo que entre los requisitos figura lo masculino como algo excluyente.» Para ella, este tipo de casos chocan contra las políticas de promoción de la ciencia y la tecnología que se difunden, sobre todo en un contexto socioeconómico que revaloriza el modelo industrial y que destaca las posibilidades laborales que ofrece la carrera de Ingeniería para «todos» los estudiantes.

«Hay que trabajar más en la formación técnico-profesional de las mujeres para que se acerquen a las funciones líderes en estas áreas. Muchas tienen una motivación, pero cuando se enfrentan a los exámenes de ingreso, exactamente igual que sucede con los varones, se frustran antes de arrancar. Pero como representan a una minoría, su deserción es mucho más significativa», opina Cynthia Giolito, manager de Ciudadanía Corporativa de Samsung Argentina y una de las disertantes de la última «Reunión de Especialistas por la Igualdad de Género en la Educación Técnico-Profesional», organizada por el área de género, sociedad y políticas de Flacso y la división de género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Por eso, en conjunto con la UTN, pusieron en práctica el programa Entropía, para mejorar el rendimiento de alumnos del secundario en materias como matemática, física y química.

De las cinco mujeres que ingresaron con Falcone a la carrera de Ingeniería Naval, en 2011, hoy quedan tres. Y de los 40 varones permanecen 18. «En la universidad, jamás recibí un comentario a una actitud discriminatoria», dice Falcone. Aunque también reconoce que la industria naval, junto con la metalúrgica y la mecánica, es una de las que menos evolucionó en cuestiones vinculadas al género.

Para Fernando Horman, profesor de la Facultad de Ingeniería de la UBA y secretario de Relaciones Institucionales, que haya ofertas de trabajo donde el perfil masculino es condición excluyente «es absurdo». Y con el objetivo de evitar ese tipo de discriminación en el ámbito universitario se creó el Área de Promoción de Políticas de Género, que depende del programa de Extensión Universitaria. «Cuando yo estudiaba, en la década del 70, creo que el porcentaje no superaba el 5 por ciento. Hoy estudia Ingeniería una mujer por cada cuatro varones.»

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