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Por Marcelo Elizondo, responsable del área de competitividad del ITBA.

El candidato del Partido Republicano, Donald J. Trump, ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. Se convertirá, de ese modo, cuando asuma el cargo el próximo 20 de enero, en el 45to presidente de los EEUU en sus casi 240 años de historia.

La generación de acuerdos internacionales para incrementar el comercio ha sido la regla en el mundo hasta hoy. La discusión no es menor. Solo EE.UU, la UE y China superan el billón de dólares anuales (cada uno) de generación de comercio exterior. ¿Cuál será la decisión del gobierno de Trump frente a los procesos de internacionalización productiva? ¿Cómo afectará su postura al comercio internacional? ¿Y al de Argentina?

Por un lado, el comercio internacional se encuentra actualmente ante una exigencia de competitividad. Frente a este escenario, EE.UU se halla en un proceso de sustancial cambio, lo que se exhibe en el hecho de que se ha consolidado como la mayor usina de generación de conocimiento productivo. Si se considera el comercio mundial de servicios (que crece en relevancia global), EE.UU es el principal exportador mundial (15% del total mundial) y el primer importador del globo (10% del total). Y los servicios representan 80% de su PBI. Las empresas tecnológicas, por eso, son las más relevantes del mundo actualmente.

En cuanto a la relación bilateral, el comercio entre Argentina y EEUU es menos relevante que antes. En 2001, año de inicio del siglo XXI, EEUU explicaba el 10% de las exportaciones y el 18% de las importaciones. Pero el intercambio entre ambos países comenzó a perder relevancia relativa mientras crecieron otros mercados en vínculo relativo con Argentina. De ser el segundo destino de nuestras exportaciones en 2001 pasó al 3er lugar en 2014 y en 2015. Y de ser el segundo origen de las importaciones (lo que se despachaba desde EEUU en 2001 representaba más del triple de lo que se importaba desde China) pasó a ser el tercer emisor de bienes hacia Argentina, luego de Brasil y China.

Un mayor proteccionismo estadunidense afectaría más a los actuales socios de EEUU, a los que podría restringírsele acceso a sus empresas, pero Argentina no está entre ellos (no tiene mayores acuerdos comerciales bilaterales). Aunque sí podría encontrarse con un menor interés de EEUU en avanzar en negociaciones que parecen estar en la agenda de la nueva administración argentina.

Asimismo, si se produjese una retracción en el internacionalismo económico de los EEUU, eso sí podría generar costos en el creciente auge del encadenamiento productivo y comercial transfronterizo que se observa en el mundo, lo que podría afectar para todo el mundo el dinamismo de la globalización productiva y podría producir volatilidades en precios o afecciones productivas por cambios en las condiciones de operación. En materia de inversiones, el inicio de políticas de desincentivo a las inversiones estadunidenses en el exterior podría afectar a la Argentina en la medida en que EEUU es el principal inversor extranjero en Latinoamérica.

En cuanto a la decisión del nuevo gobierno estadounidense frente al internacionalismo económico, lo que puede afirmarse ahora son conjeturas. Pero es altamente probable que el gobierno de D. J. Trump, por la dependencia en el congreso de su propio partido republicano, por la alta limitación institucional del sistema político de los EEUU (jueces, congreso burocracia del poder, opinión pública, mercados y lobby económico), por el propio pragmatismo del nuevo presidente será una administración de cambio, pero no de radicalizaciones.

Las señales vistas hasta ahora parecen indicar que EEUU será más endocéntrica que proteccionista, más duro negociador en sus relaciones económicas pero no rupturista, más doméstico que global, pero no disruptivo. De todos modos todo está por verse a partir del 20 de enero de 2017.